El Minotauro, lejos de ser una bestia salvaje, se muestra como un ser cansado, reflexivo. Apoyado en la baranda, mira el horizonte con una mezcla de melancolía y resignación. En su mano, sostiene un pájaro con cuidado, como si buscara consuelo en algo frágil y vivo. No hay furia en su cuerpo, solo quietud. Su gesto revela una profunda soledad: parece no esperar nada, solo observa, tal vez recordando, tal vez deseando una libertad que nunca tuvo.